TEROKALERA

No sé cuando comencé pero de niña fui terokalera, nunca se lo vi hacer a nadie, es más en esas épocas no estaba de moda, mi hermano dice que fui la primera terokalera del Perú. Mi papá traía a la casa unos tarros llenos de terokal, siempre se necesitaba para pegar alguna cosa, un día abrí la latita y el olor me cautivó, y me di cuenta que mientras más la olía más rico se sentía, primero como un hormigueo en el cuerpo que se iba apoderando de mi, luego escuchaba un zumbido y veía círculos multicolores que salían de mis poros e inundaban todo el ambiente, tendría 6 años, luego venía el imparable ataque de risa, recuerdo que a veces ni caminar podía, todo fue felicidad hasta que me descubrió mi hermana mayor y se me acabó la fiesta. La verdad que se convirtió en un vicio y añoraba el momento en que la latita y yo tengamos privacidad, la abría con un palo de tejer de mi mamita y enterraba la nariz , le metía unas aspiradas bravas, cuantas neuronas habré quemado unknown, pero el mal hábito me trajo muchos problemas. Una vez llegué del colegio y me enterré en la lata, escuché de pronto alguien entrando al cuarto y por querer cerrarla y guardarla me tire el terokal encima de la falda del uniforme, no solo fue la falda de colegio la que jodí, en mi desesperación por limpiármela agarré lo primero que encontré y fue la chompa que una prima me había prestado una noche que nos quedamos hasta tarde en su casa y no había llevado nada para el frío, que tarde tan horrible, fue un trágico momento de mi niñez, mi mamá de castigo me hizo ir al colegio con la falda con todo el terokal seco encima, cuando fui al colegio la mañana siguiente recuerdo que ponía mi loncherita de metal encima de la mancha para que no se notara, estaba en primero, tendría siete años, lo recuerdo clarísimo. Me curaron del vicio comprando terokal en chisguete, por suerte nunca se me ocurrió meterlo en una bolsa y olerlo.