Sunday, April 23, 2006

QUERER SER COMO LAS DEMAS, IV

Poco a poco fui conociendo a las chicas, que eran bastante diferentes a las mujeres que yo había conocido antes, eran juergueras y como diría mi mamá recorridazas, mi departamento compartía la oficina con otro y estábamos en el counter del aeropuerto, mi grupo era encargado de atender a los VIP, enfermos o menores no acompañados, las otras hacían el chequeo de pasajeros, cuando no había algo para nosotras nos parábamos en el counter a coquetear con los pasajeros ayudar en lo que se pueda y más que nada a huevear. Ha sido el trabajo más fácil que he tenido en mi vida, los turnos duraban 6.5 horas de las cuales trabajaba cuatro y cuando trabajaba era muy divertido a no ser que hubieran demoras. Mis vuelos favoritos eran los que iban al Cuzco, todos los turistas con sus mochilotas y sus hiking boots saliendo a la aventura, cueras y cueros de todo el mundo desfilaban por nuestro counter nosotras coqueteábamos pero en mi caso no pasaba de un intercambio de miradas y talvez una sonrisita como quien no quiere la cosa.
En esa época el jefe del departamento era un tío que se alucinaba el sex symbol, sus piernas parecían un alicate, un día me llamó a exigirme que tenía que usar maquillaje, cosa que yo no hacía para nada, después de una breve conversación empecé a pintarme los labios y punto ya para mí eso era bastante. Pasaron así los meses le tomé cariño a mis compañeras de trabajo y ellas a mí, recuerdo que en los turnos menos ocupados a veces para pasar el tiempo me pedían permiso para maquillarme como si yo fuera una muñeca, yo me dejaba pues la atención me encantaba. Me acostumbré también a trabajar con el uniforme de chica ultra straight, creo que medio sueldo se me iba en medias de nylon las que teníamos que usar en invierno o verano, carajo la chucha se nos incendiaba en los veranos húmedos y calurosos de Lima.

Wednesday, April 19, 2006


EL QUERER SER COMO LAS DEMAS III

La idea del trabajo nuevo me entusiasmó y a pesar de tener un contacto en la aerolínea tuve que ser entrevistada por uno de los gerentes, un viejo muy distinguido y querido. Yo estaba nerviosita pero confiando en que todo saldría bien. Mi papá me llevó ese día con él para que asistiera a la entrevista. Entré a la gran oficina con un escritorio gigante y me senté frente al viejo elegante y bonachón, me hizo unas cuantas preguntas y me pidió que por favor hablara en inglés cosa que hice sin ningún problema, todo parecía estar yendo bien, cuando de pronto el viejo me dice, por favor quiero que te levantes, te quites el saco y camines hasta la puerta y regreses, ...yo me quedé pasmada pues siempre he sido maceteada y he llevado una lucha constante con los kilos, pero no me quedó otra, me metí una sumidota de aquellas y caminé sin saco recontra avergonzada y tratando de sacar pasitos de señorita, lentamente regresé y me senté. El viejo me dijo estás bien tienes que bajar unos kilitos pero te vamos a tomar, fiuuu qué alivio, pero que momento tan humillante, tener que ser no sólo evaluada por mi inteligencia y desenvolvimiento sino también por mi apariencia física. En ese nuevo trabajo formaría parte de un grupo selecto de señoritas guapas, éramos la cara de la Compañía nuestros uniformes eran los más bonitos que existían y cómo éramos las regias de la Compañía éramos la envidia del resto. Que increíble trabajar rodeada de mamacitas algunas modelos desfilaron por nuestro grupo, éramos unas 12 ó 15, y teníamos que ir a trabajar entacadas y con medias de nylon así estemos a treinta grados centígrados. Los primeros días llegaba a casa después del trabajo arrodillada con un dolor de patas increíble, mi mamá ingeniosamente me fabricaba plantillas para poner en mis zapatos y así poder aguantar todo el turno parada y caminando, recuerdo los primeros días como ella me contemplaba feliz con mi uniforme de mujercita irme a trabajar y estoy segura que por un momento pensó que por fin este trabajo me iba a transformar en una chica como las demás.

Monday, April 17, 2006


EL QUERER SER COMO LAS DEMAS II
Después de la a academia de secretariado entré a trabajar sobre pucho en una próspera agencia de publicidad de Lima. Era la secretaria del Departamento de Producción en donde la mayoría eran hombres, recuerdo a sólo dos mujeres en mi departamento y las dos estaban en nada. Para qué la pasé bien, en la agencia los hombres eran todos unos locos de mierda fue un trabajo relajado e interesante, tenía un par de jefes alcohólicos, siempre llegaban sazonados después del almuerzo y gritaban mi nombre por los pasillos, esa locura a mí me encantaba. Recuerdo que cada vez que pasaba un cuero por la calle de enfrente ellos tocaban la ventana con la llave, apenas escuchaba ese tic tic tic en la ventana yo como ellos volteaba el cuello al toque para ver al lomo de turno caminando por la vereda del frente, cada uno en su oficina por supuesto.
Tuve un par de enamoramientos, platónicos claro está , para mi suerte venían practicantes de la U de Lima o hijas de clientes ha hacer su internado porque pues eran estudiantes de ciencias de la comunicacion y de vez en cuando me tocaba una mamacita, yo solapa me enamoraba y desenamoraba en silencio como ya era mi costumbre.
Recuerdo que a dos chicos de ese trabajo se les dió por afanarme, para mi mala suerte ninguno me gustaba, uno era lo máximo de buena gente, inteligente, creativo pero feito y recinoso, nos hicimos muy buenos amigos, él tan lindo hasta me compuso canciones que hasta hoy guardo..."eres un alma libre uuun sueño imposibleee, acuérdate de mí"... si supiera el pobre. El otro era del departamento de arte, un gran artista y para qué tenía su pepita, un pata interesante pero no me llenaba era más bajo que yo, y usaba unas botas vaqueras con unos tacazos todos los dias, no se las sacaba ni para dormir creo y aparte a cada cita que teníamos llegaba en bomba, un borracho con el que fumé mi primer troncho, pero otro frustrado pues no pasó nada entre nosotros más que una amistad. Recuerdo una vez lo llamé a su casa y su pobre madre me contestó y me preguntaba, "¿para qué lo llamas? si este muchacho es un borracho", cómo la tendría a su madre para que me diga eso.
Para mi mala suerte no encontré a nadie como yo en este trabajo ni hombre ni mujer gay, así que seguí mi vida solitaria llenando mis espacios con libros, cine, visitando galerías de arte y rezando que se me cruce el hombre de mi vida para ya de una vez por todas dejarme de tonterías y ser como el resto, porque era obvio para mí que estaba sola en este mundo. Sólo se me acercaban hombres extraños y yo pensaba que cómo yo no era una chica como todas era por eso que atraía a ese tipo de hombres, borrachos, religiosos, nerviosos, loosers, etc. Ningún hombre que de verdad me atrajo me dio bola, viendo atrás creo que los que me gustaban eran gays pues me gustaban los bonitos y suavecitos, así que ni modo, seguí sola solita y virgen pues no la había visto para nada. La agencia de publicidad me aburrió y decidí renunciar, mis padres asustados al toque me consiguieron trabajo en la primera aerolínea del Perú.


EL QUERER SER COMO LAS DEMAS - I

Entre mis 19 y 23 años no estuve con ninguna mujer entre mis brazos, todo fueron fantasías y mi constante lucha interna, mi cuerpo y alma gritando por ser correspondida por una de ellas y poder amarnos como lo hacen las parejas de mi edad y mi razón tratando de convencerme de que lo que sentía estaba mal, de que me olvide de esa mierda y conozca a un buen muchacho, ufff fueron años interminables, en los que tuve un par de enamoraditos, hoy el recuerdo me da cólera, pero quería simplemente ser cómo las demás.
Salidita de la secundaria entré a una academia pituca de secretariado de Lima, ¡qué castigo! estar rodeada de mamacitas las que en su mayoría eran blanquitas, habían sus marroncitas pero eran menos agraciadas, mucho más estudiositas y también las mayorcitas, qué coincidencia. Yo era marroncita y quedé en medio de las blanquitas pitucas con las marroncitas responsables, pero en el fondo sin pertenecer a ningún lado, en el limbo de la misma forma en que me sentía por dentro, perdida, sola solita, sin saber de la existencia de alguien como yo, ¿cómo pudo pasarme eso? ¿no poder conocer a nadie como yo?
Al no ser apoyada por mi familia para estudiar arte es que decidí ir a la academia de secretariado y ser así económicamente independiente de forma rápida, no quería engañarme estudiando cualquier carrera que no me gustara. El paso por la academia de secretariado fue doloroso, estábamos obligadas a ir con falda, increíble once meses no sólo de falda también de medias de nylon y zapatitos cojudos de mujer, no sé como aguanté. Creo que la belleza de las chicas me hacían la vida más llevadera y me daban fuerzas para ir, por supuesto tenía crashes en más de una compañera o profesora de clase pero nones, al final me gané el respeto y simpatía de todas. En esas épocas disfrazaba mi lesbianismo amando a voz en cuello a Boy George porque aunque se le veía como a una mujer, en el fondo era hombre así que estaba ok. Desafortunadamente no ligué con nadie de la academia de secretariado que en su mayoría eran mujeres super straight que soñaban con casarse y pronto! sobre todo las pitucas blanquitas que en realidad nunca trabajarían y se dedicarían a cuidar a sus hijos blanquitos pitucos y a vivir la vida de shopping entre Miami y Lima, en fin, por suerte sólo fueron once meses. Acabé con A en todos los cursos a mucha diferencia que en el colegio, aquí en la academia de secretariado nadie me conocía y pude reconstruir mi imagen de ociosa, malograda y altanera por una de buena gente, estudiosa pero un poco rarita.

Sunday, April 09, 2006

VOLAR MI COMETA, OTRO REFUGIO

Nunca olvidaré mi primera cometa, era un domingo en Lima otoñal y toda la familia paseaba en el carro de papá, recuerdo que paramos a comprar las cometas en la avenida Benavides, en el parque Reducto, habían aviones, estrellas, barriles, pavitas y pañuelitos, colgadas como si fueran ropa en una azotea. Mi hermano mayor se escogió un avión con los colores y el símbolo del equipo de fútbol de la "U" y yo escogí una pava de tamaño mediano era mitad anaranjada y mitad blanca, y lo hice porque tenía la cara de Topo Gigio pegada en el medio, yo era hincha de Topo Gigio. Todas las noches a las ocho salía Topo Gigio en la televisión y cantaba...hasta mañana papá, hasta mañana mamá, ya he jugado y estudiado y vi mi televisión...lo repetía dos o tres veces, luego se metía a su camita y apagaba la lamparita, sólo después de verlo a Topo Gigio me iba a dormir tranquila.
Ese fin de semana fuimos a la casa de playa y fue allí donde mi hermano y yo empezamos a volar nuestras cometas ni bien bajamos del carro, la mía con una cola no muy larga se elevó rápida y fácilmente, en cambio el avión de mi hermano no se levantaba con nada, agarraba unos metros de altura, luego se ponía a cabecear toda chúcara y finalmente se venía a pique y se estrellaba en la pista de tierra, mi hermano estaba recontra frustrado y asado, tanto que a la mañana siguiente decidió vengarse de mi suerte y colgó mi pavita en la pared del patio de afuera y la agarró a pedradas, le hizo huecos por todos lados, cuando me levanté y ví mi cometa agujereada lloré desconsoladamente, mi mamá inmediatamente le metió a mi hermano sus mechoneadas y pellizcones e hizo justicia a su manera.
Las cometas desde entonces me acompañaron todos los otoños, tuve toda clase de cometas, aviones, barriles, pañuelos y hasta me hacía esas de papel que eran chiquititas, una hoja de papel de cualquier tamaño, si era carta mejor, primero se doblaba la hoja de papel en el medio, con el papel colocado de forma vertical, luego se unían los bordes laterales con la marca del doblez del medio, se soltaba el papel y listo, quedaba un rectángulo abierto en la parte de arriba, luego le hacía los tirantitos en los bordes laterales con hilo, calculando el lugar perfecto de balance y finalmente le pegaba una cola de papel que iba probando hasta que tenía el largo de cola perfecto para que la cometita no cabecee, para qué las cometitas se portaban bien.
De adolescente la situación cambió y volar cometa se volvió en un refugio, llegaba del colegio a la casa, me subía al techo y empezaba a volar mi cometa, un barril tamaño mediano tirando para grande con una colota de trapo, lo ponía a un extremo del techo paradito, yo caminaba hacia el otro extremo y esperaba un ventarrón, cuando finalmente ocurría jalaba el pabilo fuertemente, el barril subía, le soltaba otro poquito de pabilo y volvía a jalar, tenía que hacerlo sin correr puesto que estaba en el techo de la casa y no había espacio, puro brazo, así poco a poco, jala y suelta, jala y suelta el barril se elevaba hasta que agarraba buena altura y estabilidad, entonces yo me sentaba y lo contemplaba hasta que empezaba a oscurecer y tenía que bajar a fingir que estaba haciendo mis tareas.
En la temporada de las cometas me encantaba cuando desde el techo veía hartas cometas flotando entre techos polvorientos y el cielo gris de Lima, a veces veía pavas gigantes peleando la una contra la otra, a esas las volaban los muchachos del barrio.
Yo era feliz sosteniendo mi cometa con el dedo índice de la mano derecha, conectada con el cielo a través de ella, solita sin que nadie del mundo de abajo me joda y así me pasaba las horas en el techo y no hacía ni michi de mis tareas, el colegio no me importaba y estaba muy mal en todos los cursos, en realidad nada me importaba, absolutamente nada, mientras más tiempo pasara a solas era mejor para mí. No fue sorpresa para mí que repitiera el año, a mi mamá casi le da un infarto, pero la vida continuó, y para mi repetir de año fué una bendición.

Saturday, April 08, 2006

LA PESCA, UNO DE MIS REFUGIOS
Como no tuve éxito haciendo amigos en la playa de adolescente, la pesca se convirtió en uno de mis grandes refugios llenando todos mis espacios, rescatándome de mi soledad y sentimientos raros que me invadían.
Al veranear todos los años de mi niñez al sur de Lima, prácticamente hasta el día de mi autoexilio, no fué nada extraño que cayera en el mundo de la pesca. Crecí viendo a mi papá, tíos y primos mayores irse de pesca por las noches, en la mañana del día siguiente ponían todos los peces sobre papel periódico en la mesa de la cocina, chitones más que nada y de vez en cuando peces raros como el pez loro, la guitarra que parecía un duende, el pez globo, etc. Ellos siempre me traían muy-muy que yo usaba la mañana siguiente para ir de pesca, me pasaba todo el día sentada en las peñas conectada con la inmensidad de los oceanos por un cordel que sostenía con el dedo índice derecho.
Nunca olvidaré mi primer pescado, tendré que confesar que el primer verano no pesqué nada de nada, me quedé huevo, pero ya de tanto frecuentar las peñas los pescadores se iban acostumbrando a mi presencia cuando pasaban por donde yo estaba para llegar a peñas más altas y lugares a los que yo no tenía acceso por ser chica y porque ni hoy me treparía a esas peñas. Los pescadores parecían el hombre araña sobretodo cuando se metían a sacar pejesapos, con unas botas cortas,negras de jebe y un palo larguísimo que al final tenía una canasta, con destreza el Chino desafiaba las peñas y las olas calculando el momento indicado para poder saltar sobre rocas y así llegar a lugares que la ola tapaba cada vez que venía, yo lo miraba de un lugar seguro. Fue él, el Chino, pescador del pueblo que me ayudó a sacar mi primer pescado. Yo estaba parada en la peña tirando y nada pasaba, él estaba sentado en las peñas detrás mío arreglando sus cordeles para luego subir al peñón y mientras se preparaba, me observaba. Me llamó y me pidió que le llevara mi cordel, lo observó y me puso con sus manos de pescador un muy muy super blandito luego me dijo sígueme, dimos unos cuantos pasos y me dijo, pon tu cordel en este hueco y verás, yo obedecí, sumergí mi cordel en el hueco en forma de triángulo ubicado en un laberinto de piedras gigantes, cuando de pronto sentí un jalón del otro lado del cordel y con las mismas jalé yo también y que dicha la mía, saqué así mi primer pescado, un borrachazo! me quedé temblando como si hubiera sacado una chita de tres kilos, me sentí tan feliz, el Chino me miraba y sonreía bonachonamente. Así poco a poco la pesca se convirtió en una obsesión y mis habilidades se fueron incrementando. Juntaba mis propinitas y con mi hermanito nos íbamos caminando hasta la ferretería de los japoneses a unas diez cuadras de la casa donde vendían anzuelos, plomos y todo lo que necesitábamos. Fuí creciendo y ya los pescadores eran todos mis amigos, hombres de pueblo dedicados a la pesca como medio de vida muchas veces estuve con ellos en la mañanita o después de la puesta del sol cuando no había nadie más que ellos y yo, ahora viendo atrás en el tiempo pienso que pudieron aprovecharse de mí, pero eso nunca sucedió ellos fueron siempre respetuosos y educados conmigo, nunca ninguno insinuó nada raro, yo tendría mis trece años y estaba bien desarrolladita, ellos siempre me respetaron y me cuidaron, me daban consejos sobre pesca, "... para que te pique tal pez usa esta carnada, este tamaño de anzuelo, esta plomada," me decían y de vez en cuando hasta me regalaban un pescado. Yo sentía mucho cariño por ellos, por supuesto mi mamá se horrorizaba de sólo pensar que me pasaba primero horas de horas sentada en una peña caliente mientras toda la gente se bañaba en el mar y segundo que estaba rodeada de pescadores. Llegó un momento en que tenía que esconder mi cordel dentro de mi ropa de baño y así hacerle creer que no iba a pescar.
Mi lugar favorito fue el boquerón, allí saqué unas pintadillas hermosas, también zorros, pampanitos, cuando nos azotaba el fenómeno del Niño salían unos peces raros, recuerdo unos colorados que les pusieron princesas, en fin por supuesto los tramboyos y los borrachos nunca faltaron. Con el tiempo hasta podía reconocer por la picada que pez era el que estaba mordisqueando mi carnada. Cómo disfruté de la pesca, contemplando el mar subir y bajar, las infinitas olas, los multicolores cangrejos caminando por las peñas, los colores brillantes de las algas y estrellas de mar, qué bonitos recuerdos, la verdad fuí muy afortunada de poder compartir tantos momentos junto al mar.
Mi pescado más grande fué un lenguado y lo saqué de playa y al mediodía, todas las condiciones estaban en mi contra porque al mediodía ya no pica, había un solazo y un par de pescadores con caña probando suerte y que hasta el momento no habían sacado nada. Yo estaba descansando y de pronto me dije voy a hacer un tirito, uno nunca sabe, preparé el cordel, le puse un muy muy blando, revoleé y tiré mi cordel, esperé paciente cuando entonces sentí un picadón, jalé y lo agarré, carajo no sabía que hacer pues el pez empezó a correr de izquierda a derecha, con mi experiencia me pude calmar y lo empecé a jalar suavemente hasta que llegó a la orilla, pucha que buen lenguado mediría unos 50 cms. Los japoneses con sus cañas se acercaron y al toque se pusieron atentos pensando que ellos correrían la misma suerte, pero nones me tocó a mí no más.
Mientras tanto los otros chicos de mi edad se divertían en sus grupos tirados en la arena, algunos ya en parejitas, yo pasaba con mi calcal y mi canastita delante de ellos y por supuesto que ni me saludaban a pesar de que con muchos de ellos me había jugado unas pichangas de fulbito inolvidables cuando era más chica.
La pesca es algo muy especial que practico cada vez que se me da la oportunidad, para mí ir a pescar es más que eso, uno se sienta y se ensimisma por horas mirando el paisaje, paciente esperando la picada que a veces nunca ocurre, mientras el tiempo pasa uno se encuentra en comunión con la naturaleza y vagabundea por los rincones de uno mismo.

Thursday, April 06, 2006

EL FUTBOL ERA COSA DE HOMBRES

Como machoncita que fuí el fútbol fué y es una de mis pasiones, es más no veo las horas de que comience el mundial este año. Teniendo un hermano hombre cuatro años mayor que yo y otro cinco años menor que yo, aparte de la tanganada de primos hombres mi entrada al fútbol fue algo que me pasó, aparte que a mí me encantaba pelotear. Jugábamos en la quinta donde vivíamos, todos éramos niños y armábamos unos partidazos con nuestra viniball de plástico, la que mejor recuerdo era una anaranjada con los personajes de Mafalda. Mi mamá detestaba que peloteara como otro hombre y le encomendó a la vecina, una abuelita jubilada que por favor le avisara si mientras ella trabajaba yo había salido a jugar pelota. La viejita bien cumplida cuando llegaba el carro con mis padres al toque notaba desde mi ventana su siniestra sombra encorvada acercándose a la ventana de fierro de su sala, la abría, mi mamá se acercaba y yo ya sabía, vieja de mierda pensaba. Entraba mi mamita y me metía unos jalones de mechas y pellizcones que me dajaban sobándome por un buen rato. Así crecí peloteando entre pellizcones y jalones de mechas, para qué movía mi pelota, me encantaba tapar y me metía unas voladas espectaculares en la quinta. Recuerdo que a veces se paraba gente a mirar y todos se decían entre ellos, ¿es hombre o mujer?

Mi familia veraneaba al sur de Lima desde que tengo uso de razón, mis tías y tíos con sus familias todos entrábamos en la casa, cada familia tenía dos cuartos, al frente de la casa había un pampón y se armaban las pichangas contra los locales. Un día se dió fecha a la final de finales pues era ya el final del verano, mis primos y hermano todos estaban uniformados con sus chimpuncitos de toperoles de madera, y yo me moría por jugar, pero como el fútbol es cosa de hombres no me lo permitieron, fue humillante pues me dejaron sólo dar el play de honor, me dieron una florcita y dí la primera patadita a la pelota, claramente recuerdo que después de esa patadita regresé a la casa corriendo y llorando a la vez, me metí a mi cuarto y me tiré de panza en mi cama a llorar desconsoladamente con un dolor en el alma sin poder entender el por qué yo no podía jugar, mis papás y demás familiares se reían sin entender mi situación. No tengo mayor recuerdo de ese día aparte de ese momento, ojalá que hayan perdido ese partido.

Fuí creciendo y recuerdo las pichangas que se armaban en el club de la playa, como era mujer recuerdo que me sentaba en la tribuna sola y de forma azolapada a esperar que los chicos se apiaden de mí o de que falte alguien para poder entrar a jugar. Cuando me llamaban me ponía super feliz y jugaba como uno de ellos y hasta mejor, metía golazos y cuando me ponían de arquera volaba de palo a palo, me pusieron de apodo Quiroga. Tendría mis doce para entonces y las cosas empezaban a cambiar, los chicos me trataban como a una machona y las chicas igual, al final no tenía amigos de verdad, me sentía marginada. Cuando habían fiestas en el club me metía unas planchadas que salía sin raya de los tonos, no sólo fui marginada por ser machona sino también por no ser blanquita, ni pecosita, ni tener mi naricita en carne viva por tanto sol, etc. estúpidas cosas de la sociedad limeña que uno de niño no entiende.
Poco a poco fui dejando de jugar fulbito no porque ya no quisiera jugar, mis tetas crecían y crecían y ya me sentía fuera de sitio, aparte quería ser parte de ellos, los otros, los chicos y chicas del club y quería que me trataran como a uno de ellos, pero como no dió resultado, me refugié en la pesca, que para colmo de males también era cosa hombres.

Wednesday, April 05, 2006

Los amores de mi niñez...


 
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