En Lima me sentí observada, primera vez que lo siento así, creo que mis 40 me quedan bien, lo curioso es que el grupo que me prestaba atención eran mujeres de mi peso, 30s, 40s, en el gimnasio había una mujer que creo anda con el muerto dormido, no me quitaba los ojos de encima, conversamos poco y fue porque ella me metió letra, me dí cuenta que le hice tilín de alguna forma, porque a mis años ya sé cómo es. En la playa también coqueteaba con mujeres que iban solas o con niños, ¿mamás?, ¿tías? quién sabe pero me divertí mucho, por momentos fantaseaba en quedarme en Lima y tener mis amantes que de día me visiten y en la tarde corran donde sus maridos a seguir con sus vidas. Para mi suerte yo siempre fui una chica-chico, ahombrada, ojo, no camionera, pero tampoco de taquitos, ni escotes, ni maquillaje, mi look es creo de deportiva, aventurera, artista. El hecho de haber sido machona (cómo me choca esta palabra hasta el día de hoy) y gordita, no me hizo popular entre los hombres, la verdad que me miraban cómo algo extraño, por lo que pasé mis años de adolescente prácticamente conmigo misma, sufría porque quería ser como las otras chicas, pero no podía ser algo que no me gustase, en medio de todo eso fue lo que me salvó porque si hubiera sido una chica de esas que a los chicos les aloca talvez hubiera puesto de lado mis sentimientos lésbicos y me hubiera casado con un pata, que suerte que no me pasó, porque tarde o temprano la cabra tira para el monte, pero sé que en Lima hay muchas de estas mujeres, que por cumplir con la sociedad viven doble vida, que heavy, otra cosa también es que ahora en estos tiempos en que las mentes se han abierto un poco pienso que una mujer sola en sus treintas o infeliz en su matrimonio consideraría experimentar con otra mujer. En fin, no hay como ser fiel a uno mismo, siempre.